viernes, 15 de febrero de 2008

PACTO, PUEBLO E HISTORIA. UNA INTRODUCCIÓN AL ANTIGUO TESTAMENTO de Leopoldo Cervantes-Ortiz

Un buen libro nos ayuda a entendernos, a comprendernos a nosotros mismos, creo que ese fue uno de los papeles fundamentales que movieron a Leopoldo Cervantes-Ortiz al escribir su Introducción al Antiguo Testamento. Porque como bien dice ahí, el AT “es un hecho total, antropológico, una forma de entender y de interpretar la existencia”[1]. Es un acontecimiento toral, ontológico y por eso: vital. Ante todo, se trata de entendernos a nosotros mismos, pero también es un esfuerzo por entender las bases de nuestra fe cristiana que se nutren de innumerables tradiciones en torno al AT y que a su vez, éstas abrevan de las culturas y religiosidad orientales. Por eso es que aplaudimos el esfuerzo de síntesis teológica que en esta ocasión se nos ofrece con el presente libro. Hace tiempo cuando compartía la materia de Introducción al Antiguo Testamento, echaba de menos el hecho de que se encontraran todavía pocos textos en el ámbito latinoamericano sobre este tópico. De ahí que Pacto, pueblo e historia, venga a llenar un vacío tan lamentable para la Iglesia mexicana.

Para nadie resulta extraño que el Antiguo Testamento sea el gran ausente en nuestros púlpitos, en nuestra catequesis es el gran desconocido e ignorado. Muchos miembros de la Iglesia, herederos sin duda alguna de Marción, han soslayado el mensaje veterotestamentario, considerando al Nuevo Testamento superior al Antiguo. Leopoldo, sin embargo, nos invita a adentrarnos en la validez y singularidad del mensaje veterotestamentario para nuestro presente. Como los israelitas nosotros también somos pueblo de Dios, somos el nuevo Israel de Dios; un pueblo que sufre y que ríe, un pueblo que celebra y conmemora, un pueblo de hapirus que emigran del sur hacía el norte en busca de mejores pastos. Somos un pueblo oprimido que está en busca de su éxodo liberador. Como el pueblo del AT nosotros también buscamos respuestas e intentamos interpretar nuestras luchas cotidianas a la luz de la acción de Dios en la historia. Con una sólida y sesuda erudición bíblico-teológica, Leopoldo logra captar nuestro interés de principio a fin en ese gran texto desconocido e ignorado, invitándonos a leer mejor su mensaje tan vasto.

Pacto, pueblo e historia, es una Introducción, porque deja traslucir la humildad de quien escribe y el reconocimiento de que no se ha dicho “todavía” todo en referencia al AT. Es una introducción de aquel que sabe que el quehacer teológico es siempre un intento, de aquel que reconoce que la teología no nos cae del cielo como algo ya dado. Es una Introducción porque quiere motivar al lector a hacer su propia relectura del texto veterotestamentario. Por supuesto, ninguna introducción puede sustituir al texto bíblico mismo, pero en el presente caso, es de gran utilidad porque arroja suficiente luz para entender diversos aspectos sobre la formación de ese texto fundante que es el AT.

Algo que tengo que agradecer al autor, es el hecho de que reconozca que otras manifestaciones culturales son igual de importantes que la que se relata en el AT. Desde muy temprano se nos enseñó a negar nuestros orígenes propios, imponiéndosenos otra historia. Es importante resaltar que en efecto, otras culturas y otras historias, también “son verdaderas y espacios [por igual] de salvación”[2], como sostiene el autor luego de la relectura de Amós 9:7. Así, las culturas prehispánicas –como la náhuatl y la maya, por ejemplo- también fueron espacios de salvación, como yo mismo sostuve en mi tesis de filosofía, sobre la cultura náhuatl.[3] Sigue siendo lamentable que en nombre del Dios de la Biblia se hayan aniquilado tantas vidas y tantos valores humanos durante la Conquista. Es una tontería afirmar que lo que adoraban los indígenas eran demonios y que la religión prehispánica no era otra cosa sino un culto a Satanás.

Leopoldo nos ofrece en esta ocasión una exquisita obra teológica que invita a colocar el AT en su justa dimensión, colocándose él mismo en la tradición profética que demanda a la Iglesia el rescate del mensaje integral del AT, un mensaje redentor en términos políticos, económicos y sociales. Reconoce que el hilo conductor del mensaje veterotestamentario es la idea de “Alianza o Pacto” hecha con un pueblo pequeño e insignificante, pero cuya historia está llena de la afirmación de dicha Alianza. La idea de Pacto recorre como columna vertebral todo el libro, resaltando que dicha Alianza de Yahvé implica corresponsabilidad por parte de su pueblo.

Hay una denuncia de las teologías empobrecedoras que por aquí y por allá descalifican los avances de las ciencias bíblicas. Pero por otra parte, hay un sano equilibrio en el reconocimiento del AT como un texto a la vez humano como divino, como un texto de fe pero también literario. Como fenómeno religioso y teológico por igual. La grandeza del libro que aquí presentamos está en el hecho de que se está reflexionando desde México sobre los fundamentos de nuestra fe cristiana. Aunque es una Introducción no deja de ser metódica, puntual y profunda. Es loable que a pesar de los pocos espacios que dentro de la iglesia Nacional Presbiteriana de México a la que los dos pertenecemos, se esté abriendo un espacio de reflexión teológica; y así, Leopoldo nos da el ejemplo de que el teólogo –independientemente de su tradición- no debe permitir que nadie frene su trabajo. Esta postura que revela la riqueza del mensaje veterotestamentario se hace rebelándose contra la glorificación de la ignorancia, y es sin duda alguna, herencia de la palabra profética que es rescatada a través de esta Introducción al AT. En esta lucha, Leopoldo ha venido a ser punta de lanza.

Finalmente, hay que resaltar el doble análisis que se efectúa en el libro, por una parte, Leopoldo se ubica dentro del ámbito de la Iglesia que cree y confiesa que las Escrituras son la Palabra de Dios; pero por otro lado, hace un estudio no sólo dogmático, sino también científico-crítico de las mismas, esto es saludable, porque lejos de empobrecer el contenido del texto, lo enriquece y lo ubica en su justa dimensión bíblico-teológica e histórico-geográfica. Sólo así se puede entablar un auténtico diálogo con la Universidad y las ciencias, esto es: con las diversas disciplinas humanas, entre las que se encuentra por supuesto la teología.

Frente a la embestida de la ultraderecha evangélica, que aplica conceptos bíblico-teológicos que hace tiempo fueron dejados atrás, el libro de nuestro teólogo mexicano viene no sólo a enriquecer y animar la reflexión teológica en México, sino sobre todo a refrescar una Iglesia que no ha terminado de entender que la teología es un carisma también del Espíritu Santo. La teología es algo querido y suscitado por Dios para responder mejor al presente desafío de nuestra generación, de ahí la importancia de la lectura profética, sapiencial y teológica de la historia tal como la que ha hecho Leopoldo. Quiera Dios seguir soplando sobre las aulas arcaicas de muchos de nuestros Seminarios, para despertar así a uno de los encuentros más sorprendentes entre Dios y el ser humano: el quehacer teológico. Até mais Leopoldo.

Rev. Emmanuel Flores-Rojas
Comunidad Teológica de México
21 de noviembre de 2007.


[1] Cervante-Ortiz, L., Pacto, pueblo e historia. Una Introducción al Antiguo Testamento, Centro Basilea de Investigación y Apoyo, 2007, p. 11.
[2] Cervantes-Ortiz, L., op. cit., p. 18.
[3] Cfr., La concepción del hombre en el pensamiento náhuatl, tesis de licenciatura inédita.

jueves, 7 de febrero de 2008

Contra el 'PRD' dentro de la INPM

El PRD del que pronto escribiré aquí no es el partido de izquierda mexicano, sino el Protestantismo de la Recta Doctrina, o de la sana doctrina. En breve...